La fuerza curativa de la tierra o arcilla mojada fue descubierta por Priessnitz cuando observó a un ciervo herido de una pata sumergirla frecuentemente en el barro. Es un potente antiséptico y microbicida aplicada en forma de cataplasmas o compresas sobre heridas, llagas o ulceras.
Se prepara tierra fina y limpia -mejor arcilla- y se amasa con agua fría o infusiones de plantas, hasta conseguir una masa pastosa, pero mas bien fluida, se aplica directamente o con una gasa sobre la parte enferma del cuerpo, se cubre con una tela, si hay mucha inflamación se renueva cada dos o tres horas y si no toda la noche. Después se retira lavando con agua la zona de aplicación.
El poder de absorción tóxica y de regeneración celular que tienen estas cataplasmas es admirable, no sólo en lesiones externas, sino también en inflamaciones graves de órganos internos.
Muchos balnearios recomiendan actualmente los baños de arcilla. Utilizan una arcilla muy fina, diluida en mucha agua, de forma que no queda como una pasta espesa, sino como una mezcla semilíquida e la que es posible sumergir todo el cuerpo, dejando la cabeza afuera; muchas veces no es necesario sumergir todo el cuerpo, sino sólo la parte afectada por la enfermedad (artritis, reuma, enfermedades de la piel, dolor después de una fractura o un esguince, etc.).
Los baños de arcilla están indicados en muchas dolencias, pero lo son especialmente en las que afectan a las articulaciones, como es el caso de la artritis reumatoide, el reuma, la gota, etc. También se usan para tratar abscesos, forúnculos, llagas y úlceras.